Entendiendo que es el estres: de la reacción natural a riesgo crónico
- Alexandra Zareth

- 9 jun
- 6 Min. de lectura
La confusión entre el estrés y los trastornos relacionados con el trauma suele surgir porque comparten algunos síntomas, como la ansiedad, la evitación y la fatiga emocional. Sin embargo, es importante entender que, aunque pueden parecer similares en la superficie, tienen orígenes, duración e implicaciones clínicas distintas. El estrés es una respuesta adaptativa del organismo ante demandas externas o internas, que puede ser aguda o crónica, pero generalmente disminuye cuando la situación estresante se resuelve, aquí queremos explicarle en que es el estres y como podemos abordarlo.


En cambio, los trastornos relacionados con el trauma —como el trastorno de estrés postraumático (TEPT)— se desencadenan por eventos profundamente impactantes o amenazantes, y sus efectos pueden persistir durante meses o años, incluso si el peligro ya no está presente. Las personas con trastornos traumáticos pueden experimentar reviviscencias, pesadillas, hipervigilancia y un deterioro significativo en su funcionamiento diario. Comprender estas diferencias es clave para evitar diagnósticos erróneos y ofrecer el tratamiento adecuado a cada caso.
¿Vamos a entender que es el estrés?
El estrés es una reacción fisiológica y psicológica que se activa cuando el cerebro detecta una amenaza. En este proceso, el cuerpo libera hormonas como el cortisol y la adrenalina, preparándonos para una respuesta de "lucha o huida". Esta respuesta fue clave para la supervivencia en nuestros antepasados, pero en el mundo moderno, muchas veces se activa por factores no vitales, como el tráfico, problemas laborales o conflictos personales.
En los últimos años, la importancia de cuidar a los cuidadores ha salido a la superficie. Las personas que atienden a la comunidad en contextos de emergencia son cuidadores que están continuamente expuestos a clientes, historias y condiciones que ponen de relieve cuestiones de pobreza, abuso, dolor, pérdida, ira y otros aspectos trágicos de la vida.
Las investigaciones han desvelado el impacto negativo que tiene el trabajo traumático en los cuidadores, entre los que se incluyen las personas que realizan labores de socorro, los profesionales de la salud mental y el personal médico y policial. Se ha descubierto que el agotamiento emocional del personal de los servicios de urgencias y emergencias médicas, las enfermeras, los trabajadores sociales y los veteranos militares es mayor que el de la persona media.
Aunque existe una aceptación general de estas ideas, sigue habiendo escasez de investigación en lo que respecta a los efectos de la exposición al trauma en las relaciones personales más cercanas del individuo; se necesitan estudios para extrapolar los temas que los cuidadores identifican cuando hablan de la dinámica de su relación significativa principal. Pero mientras se sigue investigando, empecemos por comprender cómo vive el estrés en nuestro cuerpo y qué puede ocurrir cuando nuestros sistemas naturales fallan, el estrés se acumula y/o recogemos y cargamos con el estrés de los demás durante un largo periodo de tiempo.

La Asociación Americana de Psicología clasifica los trastornos relacionados con el estrés como trastornos relacionados con el trauma y el estrés. Estos trastornos se caracterizan por la exposición a un acontecimiento traumático o estresante, que provoca una serie de síntomas psicológicos. El manual proporciona criterios específicos para diagnosticar estos trastornos, garantizando que los médicos puedan identificar y tratar con precisión a las personas afectadas por el trauma y el estrés. Aunque el trauma y el estrés pueden estar presentes en las personas y formar parte de los síntomas que los clínicos utilizamos para diagnosticar, existen diferencias y definiciones importantes que debemos aclarar para comprenderlos plenamente y dotarnos de la información que necesitamos para buscar la curación y el bienestar.
El estrés es una reacción natural de nuestro cuerpo cuando nos enfrentamos a una amenaza o demanda real o percibida. El estrés provoca reacciones fisiológicas en nuestro cuerpo porque las hormonas (cortisol, adrenalina y norepinefrina) aumentan el ritmo cardíaco, la respiración, la sudoración y el estado de alerta. Todos podemos imaginar que esto es útil en situaciones de emergencia, pero los problemas surgen cuando nuestros sistemas entran en «sobremarcha» y no hay una emergencia a la que responder. El estrés también puede tener repercusiones psicológicas y emocionales, como ansiedad, frustración, ira, preocupación, dificultades de concentración, memoria y toma de decisiones.
Se denomina «aguda» cuando es de corta duración y responde a un acontecimiento concreto (por ejemplo, un examen específico, un casi accidente). Puede ser episódico, como el relacionado con hablar en público; puede ser crónico, como vivir con una enfermedad debilitante y enfrentarse a continuas dificultades económicas. El estrés y la ansiedad pueden parecer similares, pero si las amenazas ya no están presentes y la tensión y las presiones persisten, se trata de ansiedad alimentada por los miedos. El trauma, por otro lado, me parece útil describirlo como «demasiado y demasiado rápido», o momentos en los que no hay suficientes recursos internos en una persona para satisfacer las necesidades cuando le ocurren ciertas cosas.

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5-TR), los trastornos relacionados con traumas difieren del estrés general en que se derivan de la exposición a sucesos potencialmente mortales, violentos o abrumadoramente angustiosos. Estos trastornos afectan no sólo al bienestar emocional, sino también a la forma en que una persona piensa, funciona y se relaciona con los demás. Uno de los trastornos más conocidos es el trastorno de estrés postraumático (TEPT), que puede producirse tras una exposición directa o indirecta a un trauma, como un combate, una agresión o una catástrofe natural. Los síntomas incluyen flashbacks, pesadillas, embotamiento emocional e hipervigilancia, que duran más de un mes y perturban considerablemente la vida cotidiana.
Otra afección relacionada es el Trastorno por Estrés Agudo (TEA), que implica síntomas similares a los del TEPT pero se produce en el primer mes tras el trauma. Si los síntomas persisten más allá de ese período, puede considerarse el diagnóstico de TEPT. También existe el Trastorno de Adaptación, que es una respuesta de estrés a cambios vitales significativos como el divorcio, la pérdida del trabajo o una enfermedad. A diferencia del TEPT o el TEA, en el trastorno de adaptación el factor estresante no tiene por qué poner en peligro la vida, pero provoca alteraciones emocionales o conductuales que afectan al funcionamiento.
Los profesionales que trabajan estrechamente con supervivientes de traumas -como terapeutas, enfermeros o personal de primeros auxilios- pueden experimentar estrés traumático secundario (STS) o trauma vicario. El STS refleja los síntomas del TEPT y puede ser el resultado de oír hablar de las experiencias traumáticas de otros. El trauma vicario, por otra parte, tiene más que ver con la exposición acumulativa y a menudo conduce a cambios más profundos en la visión del mundo, como la pérdida de confianza, seguridad o significado. Mientras que el STS puede diagnosticarse como TEPT si se cumplen todos los criterios, el trauma vicario no está reconocido formalmente en el DSM-5, pero sigue siendo un concepto importante en los entornos clínicos y de salud laboral.
La confusión entre el estrés y los trastornos relacionados con el trauma suele surgir porque comparten algunos síntomas, como la ansiedad, la evitación y la fatiga emocional. Sin embargo, la intensidad, la duración y la causa de los síntomas son lo que distingue el estrés cotidiano de los trastornos diagnosticables. Reconocer esta diferencia es fundamental, sobre todo cuando la angustia emocional empieza a interferir en la capacidad de vivir, trabajar o mantener relaciones.
¿Qué puede causar un episodio de estrés?
Las causas del estrés pueden variar mucho de una persona a otra, pero algunas de las más comunes son:

Tipos de estrés
Existen diferentes formas de estrés, que varían en función de su duración e intensidad:
Estrés agudo: es de corta duración y generalmente surge ante un reto puntual. Suele desaparecer una vez superada la situación.
Estrés agudo episódico: Se produce de forma recurrente. Las personas con este tipo de estrés viven en tensión constante.
Estrés crónico: Es continuo y persistente. Puede deberse a problemas prolongados como el desempleo, una mala relación o condiciones laborales adversas. Es el más perjudicial para la salud.
El Estrés en el Personal de Salud
Durante los últimos años, especialmente tras la pandemia, se ha hecho más visible el impacto del estrés en médicos, enfermeras y otros trabajadores sanitarios. El agotamiento emocional, la despersonalización y la sensación de ineficacia son características del síndrome de burnout, muy común en este sector.
Es vital que las instituciones implementen medidas de apoyo emocional, turnos razonables, espacios de descanso adecuados y programas de salud mental para proteger a sus trabajadores.

Cómo Manejar el Estrés
Algunas estrategias efectivas para reducir el estrés incluyen:
Técnicas de respiración y meditación
Ejercicio físico regular
Organización y gestión del tiempo
Apoyo social y psicoterapia
Descanso adecuado y una buena alimentación
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